domingo, abril 09, 2006

El Libro de Mormón.

Recuerdo muy bien que faltaban dos semanas para que terminara el año 2005 y yo estaba recien en la mitad de Alma en el Libro de Mormón.

Nuestro Profeta actual, Gordon B. Hinckley nos exortó en el mes de agosto a todos los miembros de la iglesia en todo el mundo y a nuestros amigos de todas partes a leerlo o releerlo el Libro de Mormón. Con la promesa de que recibiríamos personalmente o en nuestro hogar una porción mayor del Espiritu del Señor. Se fortalecerá su resolución de obedecer los mandamientos de Dios y tendrán un testimonio mas fuerte de la realidad viviente del Hijo de Dios.(Liahona de agosto de 2005 Pag.#6)

Esas palabras me sonaban en mi mente muy amenudo a medida que iban pasando los meses. En nuestro barrio durante ese período de meses cada domingo escuchaba decir en la reunión Sacramental, en la sociedad de socorro que no nos olvidáramos de la exortación del Profeta de leer el Libro de Mormón e incluso se nos hacía recordar que en cada mes de las visitas como maestras visitantes invitáramos a las hermanas a que lo leyeran.

Cada vez me sentía como que me clavaban algo en mi pecho porque sabía que era una invitación del Profeta y no podía dejarlo pasar además de ser yo la maestra de la escuela dominical donde enseñaba que debíamos ser obedientes asi que debía yo primero dar el ejemplo.

Comenzamos con mi esposo a leerlo pero esto no funcionó muy bien por falta de tiempo y coordinación de horarios asi que mejor decidimos leer por separado.
Recuerdo que ya teníamos nuestras vacaciones programadas para ir a México en las dos últimas semanas de diciembre. Tuve la buena idea de llevarme en mi valija el Libro de Mormón y me prometí a mi misma que lo terminaría de leer no importando si tenía que quedarme hasta tarde leyendolo.

Me fustré durante el viaje en el avión por no poder adelantar nada. Tener tres hijos pequeños y estar en aeropuertos grandes y que los niños querían caminar por todos lados o en el avión que no podían matenerse sentados y reverentes no pude avanzar nada en la lectura.

Llegando a México y durante las dos semanas que estuvimos en Ciudad Juarez me concentré en leer y en leer. Me levantaba temprano o a veces me quedaba en la casa cuando todos los familiares se disponían a salir a pasear y yo con el pretexto de que mi hijo menor estaba durmiendo siesta me quedaba en la casa silenciona. Me sentaba en el sofa, frente a una ventana donde entraba el calorcito del sol, abría mi libro y leía páginas y páginas. Me atrapaba mucho la lectura y me gustaba porque no sentía que lo estaba leyendo solo por leer sinó que estaba al mismo tiempo aprendiendo y podía sentir el Espíritu del Señor testificandome.

Terminé de leer el Libro de Mormón el 31 de diciembre por la tarde. Ese libro me acompanó en mis vacaciones todo el tiempo, lo leía varias veces al dia dentro y fuera de la casa. Quería ganarme la promesa que nos hizo el Profeta Gordon B. Hinckley y lo logré. Al cumplirlo sentí paz en mi corazón y muy emocionada por ser obediente a su exortación.
La lectura me ayudó a comprender algunas cosas. Me ayudó a fortalecer mi testimonio y a confirmar una vez más que el Libro de Mormón es verdadero y que ese libro tiene el poder de cambiar tu vida.

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